Entre las poblaciones del Apu Ausangate, la mitología y el imaginario mágico aún se encuentran vivos y mimetizados con la vida cotidiana de los pastores. Aunque estos mitos se encuentren impregnados por la cosmovisión católica e interpretaciones mixtas, los nativos cuentan que los seres mágicos nacen de las entrañas de las montañas, y conviven entre las pampas y los valles del Sagrado Apu.
En el imaginario colectivo de los pueblos del Nevado Ausangate, el mundo de los muertos, conocido como Ukhu Pacha (Mundo de Abajo o de Adentro) es el lugar que alberga a los Supay. Al pasar a la otra vida, los Supay van a vivir al Supaymarca; un mundo paralelo, donde cobran una nueva forma, convirtiéndose en seres mágicos que conviven con las poblaciones nativas locales.
Los Machula son seres pertenecientes a una edad primaria, o ancestros de una época en la cual el Sol no existía, y estos seres vivían sólo bajo la pálida y fría luz de la Luna, en el Tiempo de los Espíritus. Aunque se les atribuye una forma de vida de barbarie, tuvieron una fuerza excepcional, ya que fueron capaces de mover a las montañas y construir templos. Cuando la Era de los Machula acabó, tras la llegada del Sol y la de los humanos, estos seres se refugiaron en las grutas de las montañas, o dentro de ellas, esperando la noche, para salir a importunar a los pobladores de los Andes, o a sus restos enterrados en las montañas.
La contraparte femenina de los Machula, son las Paya o mujeres con apariencia de ancianas, pero, con la energía y fuerza que las caracteriza. En las poblaciones del Ausangate, se dice que bajan de los glaciares, para llevarse a los recién nacidos. Es por ello que, cuando las mujeres van a dar a luz, bajan hacia los valles, para concebir “donde el maíz crece”, y se mantienen ahí durante las tres primeras semanas de vida de su bebé, hasta que esté completamente adaptado al medio local.

Los Kukuchi son espíritus atrapados en el mundo humano, debido al hecho que, en vida, cometieron algún acto condenable, como un incesto, asesinato, o porque maltrataron a sus padres. Es así que son devueltos al mundo de los vivos, donde son caníbales que devoran a quien encuentren en su camino, o bien, se aíslan en lugares lejanos, y atrapan a viajeros inadvertidos. Además, tienen la capacidad de transformarse en animales o personas jóvenes y atractivas que seducen a los pastores solitarios. Los Kukuchi se alimentan del “ánimu” o espíritu que anima y da vida a los humanos, y son temidos por ser victimarios físicos, pero, también, espirituales.
Las Sirina son mujeres que viven en el fondo de los lagos, y que seducen a los hombres desprevenidos, para robarles el ánimu. Según los pobladores, las Sirina viven en poblaciones bajo el agua, donde hombres hechizados vagan perdidos y olvidados por sus familias. Se dice que, en las noches de luna llena, se puede ver las ciudades de las Sirina que son seres respetados y temidos por el hecho de demandar sacrificios humanos o de llamas y alpacas, así como ofrendas, cuando los pobladores utilizan el agua, o construyen infraestructuras, cerca de sus lagos.
En Pitumarca que es un distrito de nuestras dos comunidades, se cuenta que Máximo Apaza; un famoso arpista local, fue encantado por una Sirina, e hizo un trato con ella. La Sirina le daría una prodigiosa voz y habilidad para la música, a cambio de su promesa que nunca volvería a casarse. Tras años de éxito, Máximo se quiso casar y, el día de su matrimonio, desapareció, misteriosamente. Hasta ahora, en las comunidades de esta zona, se habla de él, y algunos comuneros dicen haberlo visto, en los días festivos, cerca de los lagos del Apu Ausangate.
Por: Bruno López

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